Gabriel Cruz
Ochenta y ocho años se están cumpliendo de la instauración de la lucha libre en México. Una historia de sacrificio, de hazañas y tropiezos en la que las mujeres tienen tanto o más que presumir que sus colegas varones.
Corría el año de 1935 cuando Natalia Vázquez se convirtió en la primera gladiadora mexicana en pisar la Arena México haciendo equipo con la estadunidense, Katherine Hart, para enfrentar a Teddy Mayers y Mae Steins. Historia que 86 años después no se detiene, todo lo contrario, este viernes, en el mismo recinto, al menos, el que ocupa ese nombre, catorce luchadoras de distintas nacionalidades encabezarán la función en el primer 'Grand Prix' femenil avalado por el Consejo Mundial de Lucha Libre.
Las experimentadas estetas mexicanas, Marcela, Amapola y Princesa Sugehit, comandan al equipo nacional, que completan las enmascaradas Jarochita, Lluvia y Reyna Isis, además de Dark Silueta, que ya no porta incógnita.
Ennfrente estarán siete rivales de distintas nacionalidades, en el que destacan las japonesas Tsukasa, Tsukushi y Momo Kohgo, quienes han sembrado terror en su primera semana en cuadriláteros aztecas.
Sin embargo, el equipo foráneo tiene a una líder clara, es panameña y responde al nombre de Dalys, quien se niega a aceptar esa etiqueta, pero con hechos lo demuestra en cada batalla.
"Me siento preparada, más que otras veces", advierte. "Motivada de ver a tantas luchadoras juntas, algo por lo que hemos trabajado mucho, pero no puedo confiarme, porque ya me han echado montón. Voy a festejar, quiero celebrar esto".
Acostumbrada a ver a los hombres ocupar esos lugares, está lista para tomar su turno. "Es un gran compromiso y se va a quedar la que resista, estor torneos se ven fáciles pero hay que dejar atrás a todas para ganar".
En lo personal, le gustaría enfrentar a todas, pero hay una en especial a la que quiere medirse. Una que la inspira como rival, "lo he sentido con varias, pero en este 'Grand Prix' me gustaría quedarme con Amapola, es a la única que me falta aprenderle algo".
Hacerlo en una esquina alejada al país que adoptó como su hogar, en la que construyó una familia, la tiene contrariada. "Es una sensación extraña, porque estoy en mi casa, donde me hice luchadora, pero ahora de plano voy a defender los colores de Panamá, soy la primera de mi país en ese ring y he hecho cosas grandes, así que también es un orgullo".
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